2017 es el «año Azorín» que conmemora la muerte del este insigne escritor enmarcado dentro de la generación del 98. A Azorín le dolía España y entre sus textos, por supuesto, hay referencias a La Gran Armada. Textos tan importantes como “El veredero”, dentro de su discurso de ingreso en la Real Academia Española el 20 de octubre de 1924, hablan de la vinculación de Azorín con la Armada Invencible.
En 1924 Azorín leyó su discurso en La Real Academia titulado “Una hora de España (Entre 1560 y 1590). En realidad, más que un discurso, es un conjunto de relatos que constituyen un libro o serie de ensayos donde recrea, con la brillantez que caracteriza a este escritor, la historia, el paisaje y los personajes de los tiempos de Felipe II.
José Manuel Vidal Ortuño, amigo nuestro, gran azoriniano y uno de los más preclaros estudiosos de la obra de Azorín:
«El tema de este cuento no es más que uno de los momentos de la decadencia patria; la derrota de la mal llamada Armada Invencible, en 1588, frente a las costas de Inglaterra.
Sin embargo, el protagonista del mismo es un simple mensajero, innominado, que lleva la infausta noticia “desde las costas del Norte a Madrid a El Escorial”.
Mediante yuxtaposición asindética, el ritmo del relato se ajusta a la frenética carrera de este mensajero (“cruza montañas; vadea ríos; atraviesa llanos”).
Ahora bien, las noticias que llegan desde la lejana Inglaterra se nos van ofreciendo de manera gradual, de modo que el lector –cierto tipo de lector- tendrá que ir completando con sus propios conocimientos lo que en el relato se dice o se sugiere a media voz, cuando se habla, por ejemplo, de “nuevas terribles”, de “restos de naves que serán llamadas invencibles”, o de un anciano que se pondrá de hinojos ante una virgencita.
La participación del lector se afianza todavía más en cuanto que éste conoce las respuestas que las preguntas retóricas planean a lo largo del texto (¿Volverá a ser grande la Patria, o irá fatalmente a la ruina?).
¿Sabe incluso el lector avezado que ese anciano que ora de hinojos no es otro que el propio Felipe II y que –fuera ya de los límites de este cuento- recibirá la noticia pronunciando una frase que quedará grabada, durante siglos, en la memoria colectiva: Yo no mandé mis naves a luchar contra los elementos.«
Así pues coincidiendo con este 2017 Año Azorín, transcribimos este pequeño cuento que esperamos leáis con la misma pasión que nosotros.
El veredero
El veredero camina por las sendas, trochas y atajos de España. Va desde las costas del Norte a Madrid o al Escorial. Camina más presto y desembarazado que los correos que van por los caminos reales. En su zurrón puesto a la espalda lleva un abultado pliego. Nuevas funestas deben venir en la valija. El veredero camina prestamente. Ya va a dejar atrás la tierra verde y el cielo gris del Norte. Al llegar a un mesón, por la noche, el veredero se dispone a descansar; el sabe algo de las nuevas terribles que vienen en su zurrón. Su cara está triste. Los que le rodean inquieren su tristeza. La nueva infausta se extiende por el lugar; viene un caballero que vive retirado en su caserón. En la casa luego se comenta el infortunio de España; el caballero contempla con melancolía sus arreos de pelear. Y de madrugada el veredero parte con su zurrón. Cruza montañas; vadea ríos; atraviesa llanos. Siempre marcha veloz, sin detenerse. La sombra de los árboles no es para él; las cabañas de los pastores no le detienen. Durante la noche descansa unas horas; antes de que rompa el alba ya está pie. Va hacia el Escorial y Madrid. En las extranjeras playas, al son del ronco mar, se mecen sobre la arena, entre verdes ovas, tablas, jarcias y mástiles, restos de naves que serán llamadas irónicamente invencibles por los enemigos. Por donde quiera que pasa el veredero va quedando un rastro de tristeza. Pronto toda España estará llena de la infausta nueva. En el Escorial, o en Madrid, un anciano se pondrá de hinojos ante una virgencita. Su semblante estará contristado. Habrá sonado para España una hora decisiva. ¿Se abrirá otra perspectiva para España?. Nadie sabe cual es la hora que en la historia divide dos épocas. Pero esta nueva que el veredero lleva en su zurrón, va a hacer meditar al anciano retirado en su cámara. Toda España va a meditar. ¿Cuál será el destino que lo porvenir le reserve a España? ¿Volverá a ser grande la Patria, o irá fatalmente hacia la ruina?. Un mundo ha sido descubierto; España está creando otra gran Patria. En estos mismos días de desolación, España es la más fecunda de las naciones europeas. El veredero camina velozmente por los llanos y montañas; sus pies apenan tocan al suelo. Si fuera alegría lo que lleva en su fardel, tal vez no pudiera ir tan deprisa. El infortunio es más veloz en su caminar; apenas la catástrofe ha sucedido, ya está la noticia volando por todos los ámbitos de España.
José Martínez Ruiz “Azorín”.
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