Tanto la tradición oral inglesa como irlandesa atribuyó un origen español a algunas de sus peculiares especies de perro, gato y caballo, auspiciándose en el tránsito de la armada española de 1588 por sus respectivas costas. Una creencia, por otro lado, sin mucho fundamento, pero que arraigó de manera profunda en el patrimonio cultural de estas comunidades.
Aunque sí que sabemos por documentos de la época de la existencia de animales embarcados en esa armada, lo cierto es que no podemos justificar documentalmente el origen de estas razas.
Veamos ambas aportaciones (la transmitida oralmente y la documentada) para dirimir esas diferencias en el relato y valorar cada una como parte del legado que dejó la «Armada Invencible», de generación en generación, al calor de una lumbre encendida o bien en los archivos.
LA LEYENDA
Tanto el perro West Highland terrier, el Kerry Blue terrier, el gato de la Isla de Man o el poni de Connemara han sido razas atribuidas al desembarco de animales procedentes de barcos naufragados durante el periplo de la armada española de 1588.
El Kerry Blue terrier
Esta raza de perros, procedente de la península de Kerry en Irlanda, es uno de estos candidatos. Criado para la caza de ratas, conejos y zorros, esta casta acabó por convertirse en un perro de pastoreo y de guardia hasta que su estirpe terminó por extenderse mundialmente gracias a su valorada estética.
Se ha llegado incluso a decir que proviene del perro de agua portugués, un animal adiestrado por los marineros portugueses para llevar mensajes de los navíos a la costa (o bien entre ellos) y que derivó en este linaje.
Apoyando esta tesis, sí que sabemos que el portugués Don Antonio, prior de Crato y enemigo acérrimo de Felipe II, viajaba siempre con su perro; un perro que, según el documento original que lo cita, «él ama»[1].
También los perros de esta raza fueron un miembro más de las tripulaciones durante la expansión marítima de reino de Portugal. De hecho, la Escuela de Fuzileiros de la Marinha Portuguesa cuenta con una sección de perros de guerra donde, todavía hoy, se crían estos canes.
De ser cierto este origen, algo improbable, su procedencia habría que atribuirla bien al naufragio de la Santa María de la Rosa o bien de la nao La Trinidad, ambas naufragadas en el condado irlandés que le da nombre y de las cuales, por cierto, ninguna de ellas es de origen portugués.
El Westland Highland terrier
Otra raza de perro candidata a ser heredera de la armada española de 1588 es la Westland Highland terrier. Los supuestos informes (no tenemos constancia real de los mismos) sobre el naufragio de un barco de la Armada en la isla de Skye, indicaban que el barco transportaba unos perros de color blanco, adiestrados para mantener a raya las ratas del barco, cuyos descendientes fueron mantenidos separados de otras razas por el clan de los Mac Donald.
Este origen mítico de los Westland podría estar apoyado por la presencia del San Juan de Sicilia en Tobermory, al sur de la isla de Skye, cuya tripulación fue retenida por el clan de los McLean durante meses.
En cualquier caso, está documentada su existencia en Escocia durante el reinado de Jaime VI, que reinó entre 1567 y 1625, lo que concuerda con el lapso que comprende los sucesos de la empresa de Inglaterra.
El gato de la isla de Man
El gato denominado «Manx» se caracteriza por ser un gato sin cola, de patas traseras largas y cabeza redondeada. Famoso por su capacidad cazadora, esta raza fue utilizada tradicionalmente en los barcos ingleses para contener las colonias de roedores a bordo.
La leyenda de su origen, alimentada además por la existencia en la isla de un promontorio en dicha isla llamado «Spanish Head» (nombre atribuido por el naufragio de un navío de la armada de 1588 cerca de la isla), es algo a todas luces inverosímil. Ningún barco de esa gran armada navegó por el «mar irlandés», la franja marítima que separa las islas de Irlanda y Gran Bretaña.
El poni de Connemara
Esta raza equina, que estuvo hace décadas al borde de la extinción, hoy goza de un gran aprecio tras una admirable tarea de conservación.
Clifden, la ciudad irlandesa más importante de esta región al oeste del condado de Galway, acoge hoy, durante una semana, el Festival del Poni de Connemara, un evento que culmina con la exhibición de sus mejores ejemplares.
Sí, también esta raza de ponis está atribuida a la «Armada Invencible» pero, esta vez, con algo de mayor fundamento que las anteriores.
Oriundo de la costa oeste de Irlanda, es un caballo de trabajo y ocio apreciado en todo el mundo gracias a su carácter agradable. Además, es un poni inteligente, versátil y eficaz. Puede tanto competir en la doma o en disciplinas de salto, como servir de caballo de trabajo.
El origen de esta única raza de poni irlandés pasa por ser descendiente de los caballos que fueron abandonados a su suerte durante el regreso de la Armada a España (principalmente por su consumo de agua, un bien escaso tras el periplo de la expedición por el Canal de la Mancha).
Pero, ¿qué hay de cierto en esto? La verdad es que los testimonios procedentes de los documentos de la época hablan de como la Armada tuvo que deshacerse de los equinos embarcados, aunque si esto se hizo en una o más ocasiones y el lugar dónde sucedió este abandono táctico no está del todo claro.
«Dicen ellos que el armada de España, cerca de Neucastel (Newcastle), fue forzada echar fuera los caballos por falta de agua»[2]
Newcastle, no obstante, está frente a Gran Bretaña, por lo que sería totalmente descartable que el poni irlandés fuese descendiente de estos caballos.
Ahora bien, también hay otro testimonio que habla de cómo frente a la costa irlandesa de Donegal, se produce otro triste suceso como el descrito.
«Hay otro navío en Donegal y fue salvado por medio de una embarcación carbonera que les fue enviada desde la costa, pero perdieron el palo mayor y arrojaron por la borda 120 grandes caballos y sesenta mulas.»[3]
Sin embargo, el condado de Donegal dista mucho de la región de Connemara (unos 200 km), por lo que atribuir el origen de esta raza a ese abandono tampoco tiene visos de ser verdad. Una posibilidad sería que el poni de Connemara fuese descendiente de algún animal embarcado en la urca Falcón Blanco mediano o en la urca Santa Bárbara[4], que sí naufragaron en las inmediaciones de esta región.
¿Transportaban animales estas dos urcas? En realidad, parte de la escuadra de urcas de la Armada era la encargada de transportar caballos y mulas, pero estas dos no aparecen en los registros como parte de aquellas que sí lo hacían.
Así pues, aunque el poni de Connemara puede ser la raza animal más viable de ser candidata a tener un posible origen en los animales embarcados en esta armada, no podemos, realmente, tener por certera esta afirmación.
La vaca Dexter
Con cierto parecido al toro de lidia español, la vaca Dexter se asoció en la península de Kerry (Irlanda) como raza proveniente de un naufragio de la Armada, sin duda el de la Santa María de la Rosa.
Sin embargo, su análisis genético demuestra que la vaca de Dexter está emparentada con el angus de Aberdeen (Escocia) y ni siquiera es propia de Kerry.
LA REALIDAD
Por mucho que nos puedan parecer bonitas estas atribuciones, lo cierto y verdad es que los documentos originales de la época distan mucho de hablar de perros y gatos, aunque sí lo hacen, de manera notoria, de caballos, mulas, carneros, bueyes, vacas y hasta gallinas.
Los caballos y las mulas embarcados
Ya en 1586, durante la planificación de la jornada por don Ávaro de Bazán, el marqués de Santa Cruz había previsto embarcar 1200 caballos, 700 mozos de mulas, 60 herreros y carreteros, 22 herradores, 91.500 fanegas de cebada, 3.000 cinchas de Nápoles de cáñamo tejido, 16.000 pares de herraduras y 1.400 mulas del marquesado de Villena, La Mancha, el reino de Toledo y tierras de Campos.[5]
Sin embargo, los grandilocuentes planes de Bazán se hicieron más realistas después de su defunción el 9 de febrero de 1588 cuando la oportuna y posterior dirección de la empresa por Alonso Pérez de Guzmán el Bueno, VII duque de Medina Sidonia, rebajó las cifras de abastos necesarias para esta empresa hasta hacerlas asumibles para la Corona.
La cantidad de caballos embarcados finalmente pudo estar entre los setecientos y mil y la de mulas en unas cuatrocientas.
«Para la campaña se llevan 400 mulas fortísimas para tirar de la artillería y [ ] caballos, embarcados en las cinco urcas del cargo de Juan Gómez de Medina.»[6]
«Juntándose con ella de setecientos hasta mil caballos o los más que se pudieren ser, que con ellos y con llevar mulas para tirar la artillería.»[7]
Si bien la función de las mulas fue tirar de los carros de artillería y acarrear pertrechos, lo cierto es que los caballos fueron usados principalmente por los nobles y aventureros embarcados. La posesión de uno o más caballos era considerada un lujo y muy pocos elegidos tenían la solvencia económica para hacerse con uno o varios de ellos.
«Porque las personas que pueden tener caballos son los caballeros e hijosdalgo.»[8]
Aun así, se requisaron por orden del Rey para esta campaña caballos procedentes de Cáceres, Zamora, Vitoria, Valladolid, Gibraltar y Jerez de la Frontera.[9]
Que el caballo disfrutase de una consideración mucho mayor a la de cualquier otro equino, además de la posible existencia de lazos afectivos entre estos animales y sus dueños, justificó la repulsión de los españoles a comer su carne.
De hecho, aunque en algunos casos, las tripulaciones se vieron obligadas a consumirlos como alimento, (por ejemplo, en las desesperadas vivencias sufridas por los náufragos de La Trinidad Valencera[10] o La Rata). Los documentos dejan entrever que no era «plato de buen gusto» para estos hombres.
«Y así marchó con su gente porque no tenían que comer, si no era carne de caballos.»[11]
Bueyes, vacas, terneros y gallinas.
Bueyes y vacas sirvieron de alimento a las tripulaciones, tanto antes de la partida de la Armada de Lisboa y La Coruña como durante su periplo por el océano.
Antes de la partida, sabemos que grandes cantidades de estos animales se sacrificaron para convertirlos en tocino, cecina y carne salada.
«Se han comprado mil y cuarenta y dos bueyes; están de ellos muertos setecientos y setenta y nueve, (…). Los doscientos y sesenta y tres bueyes vivos se tardarán en matar hasta treinta de mayo y los últimos que murieren estarán salados y puestos en sus pipas a diez de junio.»[12]
Además, también éstos fueron embarcados para su consumo en fresco en cantidades suficientes para alimentar unos días a los casi 30.000 hombres que formaban la expedición. De hecho, sabemos que unos 800 bueyes (la cifra varía entre 500 y 800 según las fuentes) que se embarcaron en La Coruña se consumieron en un plazo de tan sólo 8 días.[13]
Así, el marqués de Cerralbo comunica desde La Coruña a Felipe II, el 12 de julio de 1588, que:
«Pan y vino hay, gracias a Dios, para un rato; y con los carneros que vuestra merced me hizo limosna vamos remediando los enfermos.»[15]
El trágico final de las mulas y los caballos.
Si bien lo natural fue que bueyes, vacas y terneros fuesen consumidos como alimento, lo cierto es que un dramático final esperaba a los caballos y mulas embarcados en la «Armada Invencible».
Tras la batalla de Gravelinas, y ya decidida la vuelta a España de la Armada, el 13 de agosto de 1588, el duque de Medina Sidonia ordenó (como ya hemos visto) a la altura de Newcastle, el deshacerse de estos animales.
El gran consumo de agua de éstos hacía inviable su mantenimiento para circunnavegar las islas británicas con destino a la península ibérica.
«Y las mulas y caballos echamos a la mar porque no hay qué beber.»[16]
Así pues:
«Mandó el Duque que se echasen a la mar las mulas que se traían para la artillería, y sus caballos, para guardar la agua para la gente; y así se echaron 40 mulas de Su Majestad y 40 caballos del Duque y de otros caballeros.»[17]
Este suceso impresionó a los hombres a bordo y una gran sensación de lástima se apoderó de ellos cuando se vieron abocados a tirar por la borda a mulas y caballos. A su vez, los animales intentaban seguir la estela de los barcos buscando su salvación. Desgarrador.
«En 14 de dicho mes (agosto) vimos pasar muchos caballos y mulas nadando, que los iban echando, que era gran lástima, porque todos se venían de vuelta de los navíos a ver si hallaban remedio.»[18]
La gran cantidad de animales arrojados fuera de la borda ocasionó escenas surrealistas, como la vivida por un capitán de la Liga Hanseática que, desconcertado, dio la noticia de que había navegado por un mar sin barcos, pero plagado de mulos y caballos nadando en sus aguas.[19]
Conclusión
Si bien la tradición oral alimentó el origen de diversas especies de perros, gatos y caballos en Inglaterra e Irlanda, la única verdad demostrable es que los animales embarcados en la armada de 1588 se sacrificaron; bien para la alimentación de los hombres, bien como último recurso para salvaguardar la escasa agua de la que disponían para el intento de regresar a casa sanos y salvos.
Por el contrario, el legado de la «Armada Invencible» sigue vivo incluso hoy en los establos, granjas y hogares de ingleses e irlandeses.
Fuentes: Los documentos referenciados como «BMO» son parte de los documentos originales transcritos en «La Batalla del Mar Océno», corpus documental de las hostilidades entre España e Inglaterra (1568-1604) / Jorge Calvar Gross, José Ignacio González-Aller Hierro, Marcelino de Dueñas Fontán y Mª del Campo Mérida Valverde. Ministerio de Defensa : Secretaría General Técnica : Turner, 1988-2015.
[1] BMO. 4925.
[2] BMO 6337
[3] BMO. Vol. IV, Tomo IV, pag.515, nota 48
[4] «Los prisioneros de la Armada Invencible», Pedro Luis Chinchilla, Ediciones B, 2023, pág. 210
[5] BMO, 559.
[6] BMO. 5122.
[7] BMO. 4759.
[8] BMO. 2130.
[9] BMO. 2130, 4080, 5485, 5488, 5554, 5657, 5693 y 5831.
[10] BMO. 6781 y 7001.
[11] BMO. 7082.
[12] BMO. 5202.
[13] BMO. 5465, 5467 y 5971.
[14] BMO. 5705.
[15] BMO. 6710.
[16] BMO. 6161, 6901.1, 6234, 6478,
[17] BMO. 6814.
[18] BMO. 6901.1.
[19] Mattingly, Garret. «La Armada Invencible». Ed. Grijalbo Española. Barcelona, 1961.
Me ha encantado !!!!! Pobres ????
Me alegra mucho que te haya gustado, Carmen. Intentamos reflejar en nuestros artículos sucesos poco conocidos de la empresa de 1588. Un abrazo, chini!