No todos los barcos de nuestra Gran Armada naufragaron en Irlanda. Algunos de ellos acabaron sus días en la brava Escocia. Esta es su épica historia.
El 22 de agosto de 1588 un grupo de barcos de la Armada Invencible pasaron entre las islas de North Ronalsday y Fair.

Unos pescadores que divisaron aquella formación reportaron, asustados, que una “gran flota de más de 100 bajeles se aproximaba”.
No eran (ni mucho menos) tantos pero entre ellos se encontraban el Castillo Negro con 313 hombres, la Barca de Hamburgo con 264 hombres y el Gran Grifón, comandado por Juan Gómez de Medina, con 279 hombres.
A estos tres navíos se unió más tarde el Trinidad Valencera, comandado por Alonso de Luzón, que con sus 1.100 toneladas y 342 hombres a bordo era uno de los mayores barcos de la Felicísima Armada.
La Barca de Hamburgo
Las cuatro embarcaciones estuvieron a la deriva luchando contra vientos adversos durante los siguientes diez días. El 2 de septiembre, al atardecer, la Barca de Hamburgo disparó un cañonazo pidiendo socorro porque “se hundía sin remedio”.
El Gran Grifón y el Trinidad Valencera acudieron en su socorro y consiguieron rescatar a la totalidad de la dotación antes de su hundimiento.
El Castillo Negro
El día 3 de septiembre los tres barcos que quedaban perdieron cualquier contacto entre ellos y del Castillo Negro nunca más se volvió a saber nada. Sus 313 hombres, incluido su capitán Pedro Ferrat, desaparecieron para siempre en el Atlántico.
Según algunos autores pudo naufragar en la isla de Runde (Noruega). Otra posibilidad más plausible es que lo hiciese al sur de las Islas Hébridas donde Robert Adams, en su mapa de 1590, señaló la pérdida de un barco de la Armada Invencible.
El Gran Grifón
La urca Gran Grifón siguió en dirección sur hasta que el día 8 una gran tempestad agrietó su quilla. Con la nave escorada viraron entonces hacia el norte buscando algún lugar de Escocia donde fondear.
El día 16 por la mañana divisaron la isla de Fair donde desembarcaron al atardecer porque “cualquier estorbo era preferible a tener que beber agua salada”.
Isla de Fair (Escocia)
El Gran Grifón, de origen germano y entre cuya tripulación habrían, sin duda, marineros alemanes, embarranca en el acantilado de Stroms Hellier. Sostenida por los escollos, la urca se mantuvo a flote durante dos horas, tiempo en el que la tripulación consiguió desembarcar (a excepción de siete hombres que perecieron ahogados) y llevar consigo algunas de sus armas y pertrechos.
Las 17 familias habitantes de la isla recibieron al principio bien a sus tripulantes “porque no robaban sino que pagaban por lo que pedían”. Sin embargo, después de residir casi 50 días en esta isla de 5 kilómetros de largo por 3 de ancho, los lugareños empezaron a ocultar sus escasas vituallas ante la imposibilidad de mantener tanto a sus familias como a los náufragos de la Gran Armada.
Esta escasez, unida a la convalecencia de los marineros enfermos, provocó al menos la muerte de 55 de ellos, entre ellos el dueño de la urca Burgat Querqueman, enterrados según la tradición en un lugar de la isla llamado Spanish Grave (la tumba de los españoles). A pesar de todo, Don Juan Gómez de Medina, que logró regresar a España, siempre guardó un buen recuerdo del trato recibido por parte de los isleños.
El día 14 de noviembre, y tras haber mandado un mensajero a la cercana Escocia, un número indeterminado de barcazas contratadas por el mensajero llegaron a la isla para poder llevar a los supervivientes a ese país.
A finales de 1588, un eclesiástico y concejal de la ciudad escocesa de Anstruther escribía en su diario que al fiordo de Forth había llegado una pinaza llena de españoles y que, en el puerto, se había entrevistado con “un hombre alto, de aspecto distinguido, pelo canoso y aspecto sereno” refiriéndose, sin apenas dudas, a don Juan Gómez de Medina.
Posible aspecto de D. Juan López de Medina en un cuadro de El Greco datado en 1585-1588
Con Gómez de Medina viajaban también los capitanes Lagorreta, Lufera, Patricio Antolínez, el cura Serrano y “Mauricio”, que no era otro que el noble irlandés Maurice Desmond, pariente de Sir John Desmond, caudillo del levantamiento irlandés contra los ingleses de 1583.
El concejal se compadeció de estos hombres porque “muchos de ellos eran jóvenes imberbes, hambrientos y heridos a quienes alimentamos con gachas, pescado y coles”.
El 15 de enero de 1589, Thomas Fower, agente secreto inglés escribía: “Don Juan Gómez de Medina y varios capitanes españoles han sido muy bien recibidos en Edimburgo”.
De hecho, las autoridades escocesas quisieron que los españoles se quedaran en Escocia para ser el germen de un ejército que restableciese el catolicismo y fundara un nuevo régimen político amigo de España, algo que nunca se llevó a cabo.
Años más tarde, Don Juan Gómez de Medina mostró, ya en España, una gran amabilidad con un barco escocés que fue detenido en Cádiz. El militar español logró la libertad del navío, protegió a su tripulación, les obsequió con regalos variados y les mandó “muchos recuerdos para sus amigos de Anstruther”. Así son los componentes de la Armada Española.
El San Juan de Sicilia
Perteneciente a la Escuadra de Levante, con 800 toneladas y 342 hombres entre los que se encontraba don Diego Enríquez Téllez, hijo del virrey de Perú, era un barco mercante armado. Navegaba por la costa escocesa “tan mal tratada y las velas tales que de un palmo no se podía servir”.
Pudo fondear el 13 de septiembre en la bahía de Tobermory donde despachó una barca para negociar la compra de agua y alimentos.
Allí encontró inmersos en una guerra de clanes a los McLean y los McDonnel, a los primeros de los cuales accedió al intercambio de vituallas por arcabuces y mosquetes.
Sin embargo, el historiador inglés Michael Lewis asegura que también infantes españoles fueron contratados por los McLean para sus luchas con la tribu vecina y que permanecieron casi un año inmersos en esa guerra de clanes antes de regresar a España.
El servicio de espionaje inglés no tardó en denunciar la presencia de los españoles en suelo escocés y el Secretario de Estado inglés sir Francis Walsingham envió un saboteador llamado John Smollet al lugar donde se encontraba fondeado el San Juan de Sicilia.
sir Francis Walsingham
Allí se introdujo en el barco español y provocó, mediante un artilugio explosivo, una terrible explosión en la santabárbara del San Juan de Sicilia que provocó su hundimiento el 8 de noviembre de 1588.
La mayoría de la tripulación se encontraba abordo (entre ellos también don Diego Enríquez de Téllez) y perecieron en la terrible explosión.
La historia del San Juan de Sicilia ha perdurado en Escocia hasta nuestros días. El rumor de los tesoros que contenía alcanzó tanta credibilidad que, 50 años después, la Corona inglesa “pagó” la deuda contraída con un noble con “las riquezas hundidas del San Juan de Sicilia”.
Los restos del San Juan de Sicilia reposan hoy a veinte metros de profundidad. En el siglo XVIII fue izado uno de los cañones, una pieza francesa procedente de la batalla de San Quintín, que se exhibe en el castillo de Inverary. En 1906 se recuperó una pequeña fuente de plata.
Cañón atribuido al San Juan de Sicilia. Castillo de Inverary
Los pocos supervivientes del San Juan pasaron a engrosar el número de refugiados españoles en Escocia que esperaron su turno para regresar a España vía Flandes.
En julio de 1589, un año más tarde de su periplo escocés, 800 españoles fueron trasladados a Francia y luego a España en cuatro barcos fletados con la ayuda económica de Alejandro Farnesio.
Alejandro Farnesio
Isabel I de Inglaterra permitió, en un gesto humanitario, repostar en puertos ingleses agua y víveres a esos cuatro barcos en su camino a Francia.
Los lugares localizados de esta historia épica han sido añadidos a nuestro mapa de la armada invencible.
Bibliografía
-Los náufragos de la Armada Invencible. Mariano González-Arnao Conde-Luque. 1988
-La Batalla del Mar Océano. Ejecución de la Empresa de Inglaterra. José Ignacio González-Aller Hierro y otros. Armada Española 2013.

