Nuestro autor invitado, el doctor Miguel San Claudio, arqueólogo subacuático, nos desvela el fascinante mundo submarino de los naufragios de la Gran Armada en las costas gallegas.
Antecedentes
La Armada de 1588 conocida a nivel popular como <<Armada Invencible>>, supuso un esfuerzo estratégico del reinado de Felipe II por poner fin al apoyo que los protestantes europeos recibían de la Inglaterra insular tanto por mar como por tierra.
España e Inglaterra llevaban varios años de no-guerra por la cual el reino insular ofrecía a los rebeldes de los Países Bajos apoyo político, económico y militar. Además se sometía al hostigamiento a las posesiones hispanas en América y a las líneas de comunicación que las comunicaban. Estos ataques no suponían una amenaza estratégica para el imperio. Inglaterra era una potencia media que no podía inquietar de manera global a un imperio con la potencia del español. Pero era una distracción estratégica por cuanto obligaba a proteger numerosos enclaves repartidos por todo el mundo, en los cuales sí la potencia insular podía imponer una superioridad local durante un corto período de tiempo. El Imperio se vio forzado a distraer tropas y recursos para hacer frente a la amenaza. Para ello, entre otras medidas, el imperio se vio forzado a desarrollar un magno proceso de fortificación que abarcó ambas orillas del Atlántico.
Empuñadura de una espada ropera de lazo de finales del S.XVI encontrada en las inmediaciones del castillo de San Antón. Foto: Miguel San Claudio
El saqueo de Cádiz de 1587
La política de hostigamiento inglesa desembocó en el saqueo de Cádiz de 1587 realizado bajo el mando de Francis Drake. Esta acción de piratería, pues no en vano ambas naciones estaban nominalmente en paz, debió realizarse con el apoyo de inversores privados, en una muestra clara de la debilidad del gobierno inglés, tan pobre y falto de recursos, que precisaba de inversión externa con el que financiar sus acciones militares. En muchos casos las operaciones se veían comprometidas por la necesidad de obtener un botín con el que resarcir a los inversores que aportaban capital en tales expediciones. Sus propios almirantes pecaban más por obtener riquezas que por seguir líneas de actuación estrictamente militares. Lo mismo podría decirse de la tropa implicada en tales acciones que por indisciplinada y buscando siempre el saqueo hubieron de perder jornadas por ebriedad, como ocurrió en el asalto a La Coruña en 1589.
El asalto a Cádiz de 1587, donde fueron destruidas una treintena de buques supuso la ruptura definitiva de las hostilidades entre el reino de Inglaterra y el Imperio español.
En este momento se muestra la diferencia entre la concepción de un conflicto bajo objetivos estratégicos claros y otra que más pudiéramos calificar de guerrilla marítima. Si Inglaterra no podía prevalecer en un conflicto como el planteado, España era perfectamente capaz de liquidar el conflicto de una sola vez con un ataque directo al corazón del problema.
La Armada de 1588
El apresto y desarrollo de la campaña de 1588 son ampliamente conocidos. La Armada cumplió en atravesar el Canal de la Mancha, pese a la defensa inglesa que opuso toda su fuerza en oponerse sin conseguir ningún resultado práctico. La Armada tras superar a la defensa inglesa, arribó al punto de encuentro con las tropas del duque de Parma, pero tal encuentro no se produjo. El regreso rodeando las islas británicas se tomó su tributo con la vida de varios miles de hombres y la pérdida de alrededor de una treintena de buques.
Lo que resulta menos conocido es lo ocurrido con las embarcaciones que pudieron sobrevivir a la campaña y que regresaron a las costas españolas. Algunos acabarían hundiéndose y hoy en día enriquecen el riquísimo Patrimonio Cultural Subacuático español en nuestras propias aguas.
Los pecios
La Regazona
De los buques supervivientes que acabarían hundiéndose en las no siempre amables aguas gallegas el primero en perderse fue el galeón veneciano Regazona, habitualmente denominado Ragazzona, el 8 de diciembre de 1588, en la playa de Cariño, situada a la entrada de la ría de Ferrol. Por sus buenas características, bien armada y marinada, esta nave había sido embargada en Lisboa y agregada como capitana de la Escuadra de Levante, bajo el mando de Martín de Bertendona. Tenía unas dimensiones de 33,91 x 12,16 x 6,90 m y desplazaba más de 1000 toneladas, siendo, junto al galeón San Juan, que asimismo terminaría hundido en La Coruña, uno de los buques más grandes de la Armada que salera de Lisboa y de La Coruña. Exhibía a través de sus portas una potencia de 32 cañones.
Se había batido bien en el tránsito por el canal, al nivel del prestigio de su comandante. Tras el periplo alrededor de Inglaterra, Escocia e Irlanda, había conseguido alcanzar la ría de Muros donde se encontraba fondeado, aunque falto de velas y anclas, perdidas en las costas irlandesas. El capitán general de Galicia, el marqués de Cerralbo, había ordenado que todas las embarcaciones supervivientes se concentraran en La Coruña. Ante tal orden protestó Bertendona, aduciendo la falta de pertrechos, sobre todo de velas y anclas.
Botija cerámica recuperada en el área del paseo del Parrote de La Coruña. Foto:Miguel San Claudio
El barco partió a pesar de todo, estando a punto de perderse en las islas Sisargas, de donde fue rescatado, casi milagrosamente, por los balleneros vascos establecidos en el puerto de Malpica. De allí partió a la capital del reino de Galicia, fallando en la entrada por falta de apoyos de las galeras Diana y Princesa, también veteranas de la Armada de 1588 y refugiadas en el puerto. Desde el puerto herculino fue impelido por el viento Sur hasta recalar en la entrada de la ría de Ferrol. Allí Bertendona, tras varias deserciones y ya sin anclas por haberlas perdido en La Coruña, dispuso el barco para encallarlo de tal manera que permitiera su salvamento:<<hubimos de encallar en el mejor lugar que se pudo>>.
El galeón acabó abriéndose y fue pérdida, aunque se pudo salvar toda su artillería y gran parte del equipo que transportaba. La artillería sirvió para armar al castillo de San Antón en la capital, lo que permitió ofrecer una calurosa bienvenida a la expedición de Drake y Norris que acabaría estrellándose en 1589 en La Coruña y Lisboa, con pérdidas muy superiores a las experimentadas por la Gran Armada de 1588.
El hecho de que la artillería fuera salvada, que Bertendona lo encallara <<en el mejor lugar que se pudo>> y que embarrancara a consecuencia de carecer de anclas con las que fondear, invalida la hipótesis de que el pecio de punta Fornelos, a la entrada de la ría ferrolana, y estudiado recientemente se trate del galeón veneciano tal como se ha venido publicando.
Pieza de bronce interpretada como un fragmento de la caña de un cañón pedrero en un pecio situado al sur de Baiona. Foto: Miguel San Claudio.
La contraofensiva inglesa del año 1589 tuvo como primer objetivo el puerto de La Coruña. Al puerto gallego llegó la expedición mandada por Drake y Norris desobedeciendo de forma flagrante las órdenes de la reina Isabel I que había ordenado la destrucción de los buques supervivientes de la Armada española de 1588 refugiados en Santander. Drake y Norris se comportaron como piratas ávidos de botín, desdeñando el objetivo estratégico de la expedición inglesa que era acabar o al menos debilitar el dominio español en el Atlántico.
Aparte de debilitar sus fuerzas, perder gran número de hombres, además de dar tiempo de reforzar las defensas de Lisboa, los ingleses consiguieron un escaso botín en la capital gallega al estrellarse su ofensiva contra las murallas de la ciudad, donde destacó la actuación de la población civil, especialmente la de sus mujeres, entre las que pasó a la historia Mayor Fernández de la Cámara y Pita, la conocida María Pita.
El galeón San Juan
El 4 de mayo la armada inglesa arribó a la ría de La Coruña donde se encontraban, entre otros, varios supervivientes de la Gran Armada de 1588: Galeras Princesa al mando de Palomino y Diana mandada por Pantoja; galeones San Juan, al mando de Juan de Bertendona (por la muerte de Juan Martínez de Recalde y el naufagio de la Regazona) y San Bernardo; la nao San Bartolomé y la urca Sansón. Todos ellos, salvo las dos galeras se perdieron en el ataque.
El más destacado era el galeón San Juan, nave almiranta de la expedición, había estado bajo el mando de Juan Martínez de Recalde que fallecería al poco de regresar de la expedición en La Coruña, era el buque más grande de los que componían la Armada, con 1050 toneladas y una dotación de 46 cañones. La imposibilidad de su defensa, tras situar los ingleses una batería artillera en tierra, forzó el incendio del buque para evitar su captura. Martín de Bertendona dejó una carga explosiva que deflagró cuando los ingleses tentaban hacerse con el San Juan matando a catorce o quince de los asaltantes, en palabras del comandante español: <<una mina de barriles de pólvora que para el efecto dejé hecha>>. Para garantizar la destrucción se sobrecargó la artillería del San Juan y se le dio fuego. Ardió durante dos días de manera pavorosa. Los ingleses, en su afán por hacerse con un botín, recuperaron la mayor parte de las piezas, incluso aquellas inútiles por la explosión, por hacerse con el valioso bronce.
Angelotes o balas enramadas del pecio de San Antón (la escala está en pulgadas).Fot: Miguel San Claudio
La nao San Bartolomé
La gran nao San Bartolomé, de 976 toneladas, había estado encuadrada en la Escuadra de Andalucía. Durante el ataque fue barrenada por su propia tripulación el día 6 de mayo para evitar su captura por el enemigo.
La urca Sansón
La urca Sansón desplazaba 500 toneladas, había sido requisada o alquilada a armadores alemanes y encuadrada en la Escuadra de Urcas. Las noticias sobre su naufragio en La Coruña no son concluyentes, existiendo incluso la posibilidad de que fuera capturada por los ingleses.
El galeoncete San Bernardo
También es dudoso el destino sufrido por el galeoncete San Bernardo, de 352 toneladas, encuadrado en la escuadra de Portugal, donde había sido construido en 1586. En el momento del ataque estaba en carena sobre la playa y sin artillería, las noticias sobre su naufragio no son concluyentes, pues al parecer a los ingleses olvidaron destruirlo en su retirada.
Los trabajos arqueológicos que hemos desarrollado en el puerto de La Coruña, no nos permiten de momento situar ninguno de estos naufragios, pero sí hemos podido delimitar áreas con concentraciones significativas de materiales arqueológicos pertenecientes a esta cronología. Además hemos podido localizar o un pecio en las inmediaciones del castillo de San Antón, que, en base a los materiales que contiene, consideramos pertenece a un buque español datado entorno a finales del siglo XVI.
Las galeazas Zúñiga y Napolitana
Los dos últimos buques veteranos de la Armada de 1588 hundidos en aguas gallegas son las galeazas Zúñiga y Napolitana. Las galeazas eran buques que pretendían aunar las ventajas de los buques oceánicos en cuanto a capacidad de navegación en mar abierto, transporte y armamento, con las ventajas que ofrecía el desplazamiento independientemente del viento mediante los remos. A pesar de los esfuerzos, nunca se consiguió plenamente aunar todas estas ventajas, aunque este tipo de buques aparecen como los de mayor desplazamiento de su tiempo.
En septiembre de 1590 Alonso de Bazán organizó una armada de auxilio a los católicos de la Bretaña francesa, de la que Juan del Águila fue capitán general de Tierra y Mar. Ambas galeazas estaban encuadradas en la escuadra de don Francisco de Toledo. La noche del 16 al 17de octubre de 1591, ambas galeazas, que regresaban de otra expedición a Bretaña fueron arrojadas a las costas de Baiona por un temporal. Con el naufragio, muchos de los galeotes huyeron y los Justicias de la villa tuvieron que dedicarse a capturarlos y luego organizar el rescate del armamento, parte del cual fue rescatado.
La galeaza Zúñiga fue construida en las atarazanas de Nápoles hacia 1584, de cincuenta bancos con seis remeros por banco. Sus dimensiones eran de 40 x 11 x 4.30 m con un desplazamiento de 500 toneles machos (Gonzalez-Aller Hierro, y otros 2015, 343). En Ferrol, el 1 de enero de 1591, le contabilizaron 50 piezas de artillería de bronce.
La galeaza Napolitana era en todo similar a la Zúñiga, había sido construida en las atarazanas de Nápoles hacia 1583. Durante la campaña de 1588 montaba 50 cañones, todos ellos de bronce, (Gonzalez-Aller Hierro, y otros 2015, 341).
Sonografía del Pecio de San Antón, La Coruña. Centro de Investigaciones Submarinas / Miguel San Claudio
Los restos descubiertos
Entre 1986 y 1990, Don Pedro Novalbos Garrido localizó, a 3 m de profundidad, al sur de cabo Silleiro, 2 piezas artilleras de recámara abierta de bronce junto con varios servidores de alcuza, uno de ellos todavía insertado en la pieza. Todos estos elementos fueron extraídos por mandato de la Xunta de Galicia y depositados en el Museo de Pontevedra, desde donde se han trasladado al recientemente inaugurado Museo de la Navegación de Bayona.
En el año 2014, el gobierno autonómico gallego nos encargó la inspección de este yacimiento, tarea que realizamos con el apoyo logístico y humano de la Unidad de buceo de la Armada Española de Ferrol. Durante esa inspección localizamos numerosos elementos dispersos pertenecientes a un buque coherente con una cronología de finales del siglo XVI. En concreto se localizó el núcleo de bronce de la roldana de una pasteca o motón, además de pelotería de hierro, cerámica y un fragmento de una pieza de artillería de bronce, con casi total seguridad un pedrero. Estos hallazgos nos permiten plantear la hipótesis de que el pecio descubierto por Don Pedro Novalbos, se corresponde con el naufragio de alguna de las dos galeazas supervivientes de la Armada de 1588.
Conclusiones
Galicia se encuentra junto a la ruta de comunicación más importante de la Historia, aquella que por mar comunica el norte de Europa con casi cualquier otra parte del mundo. Se encuentra a escasos días de navegación de las islas británicas y del canal de La Mancha, cercanía que ha servido para que estas costas fueran frente de combate y retaguardia del esfuerzo marítimo desarrollado por nuestro país en el Atlántico Norte.
La Historia ha generado un importante patrimonio Cultural Subacuático bajo estas aguas que hoy somos capaces de estudiar y ofrecer a una sociedad ávida de aprender de su pasado.
Un aspecto con la repercusión de la Armada de 1588 merece un estudio científico para dilucidar cuántos de los buques perdidos de aquella Armada se conservan en nuestras aguas, además de conocer su estado y riesgos para su conservación. Esta es una tarea sencilla de ejecutar a un coste muy contenido y con muy buenas expectativas.