Un servicio sanitario, aparentemente bien organizado, pecó de errores de bulto que pagaron con su salud y con su vida los soldados, nobles, clérigos y marinos embarcados en la “Felicisima Armada y Exercito de S.M”. Cuando estos errores se corrigieron, ya era tarde para los participantes de la Empresa de Inglaterra.
La asistencia sanitaria de la Armada contaba por entonces con distintos niveles que culminaban en un hospital, estable o de campaña, y que venía a ser el soporte sanitario fundamental.
Los niveles de asistencia sanitaria en la Armada
La sanidad a bordo
Los Tercios
Cada Tercio embarcado disponía en su plantilla de un médico, licenciado en algunas de las universidades de la época, y un cirujano (hombres de probada habilidad y experiencia, sin estudios, pero con una paga incluso superior a la del médico).
Las compañías
Cada compañía que integraba un tercio disponía habitualmente de un barbero que atendía, además de pelos y barbas, en primera estancia a los enfermos y heridos.
Las galeras
Las galeras disponían, por tradición, de una asistencia médica y quirúrgica más completa, embarcando, además de los barberos propios de cada unidad, médico,
boticario y cirujano, mientras que en los buques tipo galeón, era excepcional la presencia del médico, siendo un puesto que era más propio de la escuadra embarcada que no del buque como unidad.
En ocasiones con una pequeña botica embarcada y, ocasionalmente, raciones especiales para los enfermos, los barcos de la Gran Armada no recibieron una asignación individual y suficiente de medicamentos, algo que sería a posteriori una de las grandes enseñanzas para el futuro de la asistencia sanitaria de la Armada. Sin embargo, si es destacable la existencia de cirujanos en todos los barcos de la Gran Armada Española de 1588, aunque a veces aparezcan como “cirujano y marinero” (algo que denota su escasa capacidad).
El hospital de campaña
El concepto de hospital de campaña como dispositivo asistencial para proporcionar curas y atención inmediata a las víctimas de un hecho bélico, puede ser considerado como una creación española. Gracias a los Reyes Católicos se organizó el primero de los hospitales militares en el sitio de Toro de 1476.
Durante la Empresa de Inglaterra, el hospital fue llamado “Hospital Real del Exercito y Armada”.
Un hospital “privado”, por así decirlo, ya que la financiación última recaía sobre los integrantes del Ejército y la Armada a los que se les descontaba, según su sueldo, una cantidad conocida como “limosna” que servía para financiar el hospital.
Preparado para ser transportado en carretas una vez desplegados en tierra, el hospital de campaña es embarcado en una o dos urcas, con todo su material y botica perfectamente estibado y por lo tanto sin acceso en la navegación, algo que tendrá serias consecuencias durante la Empresa y que provocó, al finalizar esta, el cambio inmediato de organización. A partir de entonces cada unidad se embarcará con un cargamento suficiente de sus propios medicamentos.
El espacio del hospital, compuesto por tiendas grandes y pequeñas, se complementaba habitualmente con casa requisadas con ese fin.
Las camas eran tarimas de madera baja y se embarcaban sin construir (embarcando la madera precisa para ese fin). Sí que se transportaban, por cada cama prevista, un jergón y una almohada rellenos de paja, una o dos mantas por cama y cuatro sábanas de lienzo por cama (lo que implica la previsión de un cambio periódico de las mismas).
Para enfermos distinguidos se embarcaba un número reducido de camas encordeladas y jergones y cabeceras de lana.
El personal
Supervisado todo por un administrador designado por el Rey, el hospital de campaña atendía a una jerarquización típica en la que se podía encontrar:
Personal técnico
Un protomédico (supervisor del resto o médico mayor).
Número de médicos variable (de 2 a 5 por hospital).
Un cirujano mayor.
Cirujanos en número igual al de médicos.
Un ayudante de cirujano o “platicantes” por cada cirujano.
Barberos (de 2 a 8).
Un boticario con uno o varios ayudantes.
Personal de enfermería
Un enfermero mayor (no siempre).
Enfermeros y ayudantes de enfermeros a razón de uno por sala prevista.
Algunos hermanos de San Juan de Dios o hermanos de Obregón.
Personal administrativo
Un mayordomo.
Un veedor.
Un comprador y su ayudante.
Un escribano.
Un guardarropa.
Una persona encargada del control de altas y bajas.
Un repartidor.
Un botiller (encargado de las existencias).
Un alguacil.
Un sacristán.
Un enterrador.
Un cocinero con, al menos, un ayudante.
En ocasiones un encargado de lavar ropa.
Capellanes (entre dos y cinco capellanes, aunque en la Gran Armada todos los religiosos embarcados estaban vinculados, de una u otra manera, en la atención a los enfermos y heridos, como puedes leer aquí)
Los riesgos sanitarios. Las epidemias de Lisboa de 1587
La preparación de tan grande Armada hace que ya desde abril de 1587, tropas y barcos comiencen a agruparse en Lisboa bajo el mandato de Felipe II y del almirante Álvaro de Bazán.
Las compañías reclutadas en Andalucía, con las fuerzas del tercio de Nápoles, esperaban ya cuatro meses embarcadas en Lisboa esperando el regreso de D. Álvaro de Bazán que se encontraba protegiendo la llegada de la Flota de Indias.
Un brote epidémico, muy posiblemente de fiebre tifoidea, originado en las galeazas, obliga con urgencia a la creación de dos hospitales de campaña (los llamados Hospital de los Vizcaínos, creado por D. Alonso Martínez de Leyva, y el Hospital Real o de la Xabonería, creado por D. Álvaro de Bazán) en el que en noviembre de 1587 hay 1000 enfermos y otros 400 embarcados en sus naos, es decir, un 40% de la gente de guerra y de mar presente en Lisboa.
A estos dos hospitales hay que sumar el de San Felipe y Santiago situado en el castillo de la ciudad, el peor dotado de los tres.
La flota es desembarcada para barrer las naves y quemar romero en ellas en la creencia secular de que muchas enfermedades se debían a los efluvios emanados al aire en situaciones de hacinamiento.
También en las naves de D. Miguel de Oquendo, a finales de 1587, surge otro brote epidémico, esta vez denominado por D. Álvaro de Bazán de “tabardillo” (muy posiblemente una epidemia de tifus exantemático), que provoca el que al menos otros 400 hombres de Oquendo tengan que ser desembarcados y llevados al hospital
Los primeros días de febrero de 1588, ultimando los preparativos para la partida de la Felicísima Armada, D. Álvaro de Bazán, de 63 años, débil y disgustado por los encontronazos con su rey, enferma y desarrolla las típicas “pintas coloradas” del tifus exantemático para morir el día 9 de febrero.
En total, las epidemias de Lisboa se llevaron por delante la vida de unos 1000 soldados y marineros. Para cuando las epidemias remiten, los dos hospitales existentes se refundarán formando el definitivo “Hospital Real del Felicisimo Exercito y Armada de S.M” con 93 personas entre médicos, cirujanos, enfermeros, barberos, ayudantes, boticarios, etc.
El hospital embarcado
El hospital destinado a dar servicio a la Empresa de Inglaterra fue preparado para embarcar en dos urcas, las llamadas “Casa de Paz grande”, de 650 toneladas y propiedad del holandés católico Simón Claos, y la “San Pedro el mayor”, de 580 toneladas propiedad de Enrique Jansen.
Cirujanos, médicos, ayudantes, boticarios, etc. fueron embarcados principalmente en estas dos naves, pero no así todo el personal sanitario, que fue también distribuido en otras naves
Píldoras, ungüentos, fórmulas magistrales, jarabes, masas medicinales o trociscos, aceites, aguas medicinales, emplastos, aceites, polvos, conservas, compuestos básicos y hierbas, todo es catalogado y minuciosamente contabilizado antes de la partida de la Felicísima Armada.
También alimentos especiales para los enfermos con los que hacerles más grata su convalecencia. Almendras, ciruelas, uvas pasas, azúcar blanco, gallinas para hacer caldo, mermeladas…
El trayecto de Lisboa a La Coruña. Comienzan los problemas
A pesar del optimismo y la ilusión de la partida de Lisboa el 30 de mayo de 1588, los vientos contrarios y las deficiencias en la logística (falta de agua, alimentos en mal estado, la ausencia total de carne, etc.) agravan por momentos el devenir de la Armada y obligan a Medina Sidonia a entrar veinte días después en el puerto de La Coruña, mientras la gente embarcada había comenzado a enfermar de nuevo
Para empeorarlo todo un poco más, un temporal la noche del 19 de junio dispersa a la flota que todavía no ha podido entrar a puerto, entre ellas la urca hospital “Casa de Paz grande” que se desvía a Laredo y la “San Pedro el mayor” de la que se ignora el paradero.
El arzobispo de Santiago y el de Tuy contribuyen generosamente con médicos, alimentos, camas, terneros, gallinas y acopio de medicinas para suplantar al hospital embarcado
Mientras que el marqués de Cerralbo reúne los bastimentos de carne, tocino y pescado para ser cargados en la flota, el Rey, por su parte, ordena cargar una flota de urcas que lleven más provisiones a La Coruña desde Lisboa
Se establece un nuevo hospital improvisado que tiene que acoger a unos 400 integrantes de la Gran Armada ingresados esta vez no por “enfermedad contagiosa, sino calenturas” que “con pan y la carne fresca se reparan”.
Mientras tanto, la urca hospital “San Pedro el mayor” llega a La Coruña en muy mal estado y con los marineros enfermos. Es reparada, su gente sanada y finalmente saldrá con la Gran Armada desde La Coruña acompañando a la flota con la misión de conectar con los ejércitos de Alejandro Farnesio.
Peor suerte corre la otra urca hospital la “Casa de Paz grande”, que llega a Laredo anegada de agua por estar su madera “comidas y gastadas por la broma, que son unos gusanos que se crían en las naos viejas” siendo su gente y parte de su hospital embarcados en unas zabras francesas con destino a La Coruña.
La travesía por el Canal de la Mancha y el retorno por Irlanda
En la larga marcha de meses que se produce desde las escaramuzas y combates del Canal hasta el posterior regreso a puerto se producirán una serie de bajas, muertos y desaparecidos que, junto al número de enfermos, será imposible cuantificar.
La falta de datos al regreso, una vez desmantelada la estructura administrativa de la Gran Armada, nos impide ver la magnitud total de estas cuestiones. Sin embargo, sabemos que el buque “San Pedro el mayor”, que llevaba el hospital y la mayor parte del personal sanitario no pudo ayudar a enfermos y heridos durante este trayecto, debiendo ser los heridos y enfermos tratados con los escasísimos o nulos recursos existentes en cada una de las naves.
El dispositivo sanitario, articulado para ser desembarcado en tierra, no pudo atender su misión en el mar, siendo este un concepto que cambiaría en la Armada Española a partir de entonces.
Así pues, los más de 1500 heridos durante la travesía del Canal quedaron a expensas de personas poco formadas y sin recursos materiales, mientras que los fallecidos y desaparecidos se contabilizan en unos 2500 hombres.
Mientras tanto, por parte inglesa, una epidemia adquiere en su flota unas proporciones bíblicas. La gente empieza a morir a bordo y desde tierra se envían reposiciones de hombres que enferman de nuevo.
El “Elisabeth Jones” pierde, sucesivamente, dos dotaciones completas en pocos días.
Durante el regreso por la costa oeste irlandesa, las condiciones climáticas adversas existentes en la llamada pequeña edad de hielo provocan “fríos extraordinarios que no parecían sino Navidad” y muchos mueren “por no tener donde abrigarse ni recogerse».
La bravura del mar, el racionamiento de los víveres y el frío extremo hacen mella en las tripulaciones, que comienzan a enfermar cada día con mayor intensidad “de suerte que aunque era de calenturas, morían como de muy fina pestilencia”.
Medina Sidonia, en fecha tan temprana como el 21 de agosto de 1588 da cuentas por escrito a Felipe II de que a bordo de la Armada iban “más de 3000 enfermos, sin los heridos que son muchos”. En muchos de los barcos se contabilizan de 3 a 4 muertes por día.
La insolidaridad entre marinos y soldados, que se consideraban superiores, agrava la situación de los primeros que son relegados a ocupar los sitios más húmedos y fríos con lamentables consecuencias.
En el San Martín del duque de Medina-Sidonia, de sus 60 sirvientes, todos, salvo dos, están enfermos o muertos y del total de la tripulación han fallecido ya 180 personas.
Durante el regreso también naufraga en Inglaterra la urca hospital “San Pedro el mayor”, cuyo suceso dará pie a una bonita tradición en el condado de Devon y que puedes leer aquí.
La llegada de la Armada Invencible a los puertos españoles
La llegada a los distintos puertos obliga de nuevo a una gran operación logística de atención a heridos y enfermos y del que ya hablamos con detalle en este artículo.
Felipe II ordena que se formen hospitales, se mandan médicos, cirujanos y boticarios.
La gente de tierra es atendida en Burgos y Álava mientras el resto lo hace en Santander y Guipúzcoa.
Mientras, la gente muere en los puertos de regreso, entre ellos dos de los grandes marinos de la historia de la navegación española, D. Miguel de Oquendo y D. Juan Martínez de Recalde.
La llegada de ese conjunto de barcos maltrechos, un espectáculo penoso para todas aquellas personas que fueron testigos de él, provoca que muchos acojan en sus casas a un elevado número de enfermos.
El marqués de Cerralbo escribe al Rey dando cuenta de la llegada de algunos barcos, indicando que la gente viene enferma, necesitada y
“no traen más que vestirse y el mayor daño que han tenido es frío”
Bernabé de Alvia indica que la gente viene:
“fatigada de los trabajos grandes que han tenido, porque han padecido mucha hambre y sed”
1000 enfermos esperan ser atendidos en Santander, 325 en San Sebastián y 280 en La Coruña. Gracias a la generosidad de las poblaciones se instalan rápidamente hospitales improvisados que en poco tiempo se van asentando o refundando, como en el caso de San Sebastián y Santander.
Los auxilios de Burgos, Valladolid, Logroño y Santo Domingo de la Calzada
Muy pronto responden personas y localidades a las peticiones de ayuda formuladas por Felipe II.
Canalizadas a través de Santander (donde se crea un hospital a tal fin) o San Sebastián, comienzan a llegar cargamentos de pasas, almendras, ropa blanca para curar heridos, ciruelas, melones, melocotones, peras, carne de membrillo, bizcochos, calabazate, azúcar, mantas y medicinas.
El conocimiento médico de la época valoraba mucho en la recuperación de los enfermos la ingesta de productos dulces, agradables al paladar y fáciles de comer, que eran suministrados casi como golosinas.
A la ayuda prestada por Burgos, Valladolid, Logroño y, en mucha menor medida Santo Domingo de la Calzada, se unen la del obispo de Pamplona, el prior de Roncesvalles y el virrey de Navarra.
Muchos de los alistados sanos y también enfermos desertan marchando a sus ciudades de origen y se tiene constancia de algunos de ellos en el hospital de Salamanca.
Conclusiones
No fue ni una derrota ni una victoria, pero sí una tragedia humanitaria de primer orden la gesta protagonizada tanto por la Armada Española como por la Armada Inglesa.
Desde este momento todos los barcos de la Armada viajarán con su propio personal sanitario y sus remedios medicinales y las expediciones sucesivas al norte comenzarán a ser avitualladas, en la medida de lo posible, mediante convoyes periódicos.
Los cálculos más aproximados dan una cifra de bajas durante el total de la gesta de la Armada Invencible de entre 9000 y 10000 hombres, aproximadamente el 35% de los participantes en la Empresa.
Hoy, la historia épica de este drama sigue viva entre nosotros.
Bibliografía:
-La sanidad en la Jornada de Inglaterra. Manuel Gracia Rivas. Ed. Naval. 1990
-La Batalla del Mar Océano. J.I. González-Aller Hierro y otros. Ministerio de Defensa-Armada Española. 2013